¡MATRIMONIO! O ¿MATRIMONIO?
“Acepto amarte en la salud y
en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, hasta que la muerte nos
separe”; creo que algo así son los votos matrimoniales, no estoy muy segura; pero
la verdad es que muy pocos matrimonios jóvenes logran cumplir con esta promesa.
Últimamente, todos en mi
entorno hablan del matrimonio, de los hijos, del colegio, de pañales, etc. y me
siento como una marciana en el planeta del “Nunca, Jamás”. Ya la mayoría de mi promoción está casada y
otra parte que lo estuvo, ya no lo está; pero ahora con hijos.
Siempre escucho en
conversaciones con amigos y familia, que las mujeres sueñan con encontrar al
hombre ideal y viceversa; pero ¿por qué cuando se supone que encontraron al
hombre o la mujer ideal, al final – en muchos casos – se terminan divorciando? ¿Acaso
la promesa que hicieron frente al altar no es lo suficientemente fuerte, como
para luchar y llevar adelante esa unión? Tristemente, veo que la mayoría de
jóvenes se apresuran en esta decisión, por diferentes factores, y se casan por
casar; y apenas surgen los problemas ya quieren abandonar el “barco”, como si
se tratase de un simple cambio de ropa. Es verdad que no son todos los casos,
pero sí de la gran mayoría.
Las personas en mi entorno se
asombran cuando les digo que aún no pienso tener hijos, ni casarme, lo que no
significa que no quiera compartir el resto de mi vida con alguien a quien ame
con todas mis fuerzas, y que también me ame y me respete; pero para mí no es
necesario firmar unos papeles, que me den la seguridad que me estoy emparejando
con alguien, para mí es suficiente que yo lo ame y que él me ame, que yo lo
respete y que él me respete, que nos aceptemos con nuestros defectos y
virtudes. Para mí la firma de un papel que diga “señora de xxxx”, no me
garantiza la felicidad ni la fidelidad hasta que la muerte nos separe; sin
embargo, veo que la gente me mira como si fuera “La Abominable Mujer de las
Nieves” por tener ese pensamiento. Eso me afecta, aunque no lo dé a demostrar,
pero me hace dudar si lo que yo pienso está bien o no.
Si bien es cierto, yo soy
romántica y algo cursi, pero veo al matrimonio de otra forma. El matrimonio no
debería ser denominado como una Sociedad Conyugal, ya que no es un negocio
donde al casarme pongo condiciones de Bienes Mancomunados o Separación de
Bienes. No estamos hablando de un producto ni de un servicio. Siento que el
pensar en que lo mío es tuyo o que lo mío es mío, es como si estuvieras dando
por sentado que en algún momento te vas a divorciar o separar, ¿ acaso no
confías en tu capacidad de amar y que te amen? Eso me parece terrible.
El matrimonio debería
definirse como la unión voluntaria del amor fiel, respetuoso y tolerante, sin
garantía de felicidad permanente; ni un hasta la muerte nos separe, sino un sí
te acepto, pero no te garantizo que todos los días de nuestras vidas serán
felices. Lo único que sí te puedo garantizar es que haré todo lo que esté en
mis manos para hacerte la persona más feliz que puedas ser. Ojo que estoy
escribiendo “la persona más feliz que puedas ser”, hago hincapié en esta frase,
porque aunque una haga lo mejor que pueda, no siempre se logrará los momentos
felices que la otra persona anhela; pero siempre hay que darlo todo por la
persona que amas.
En fin, no puedo evitar
sentirme algo confundida, en especial hoy. No sé por qué, seguro estoy en mis
días previos a mi período. Son de esos días que me pongo sentimental.
En conclusión, diría que el
matrimonio no es un Business; sino
que es una unión de amor sin condiciones, ni papeles, ni avales o garantías.
Yo simplemente quiero
compartir mi vida con alguien que me ame con las mismas fuerzas y valores con
los que yo lo ame. Para mí la única bendición necesaria es la de Dios y no la
del hombre, porque al final la ley del hombre no respeta los votos que se hacen
ante Dios y te otorga la facultad de separarte de la persona a la que aceptaste
amar por el resto de tu vida, por ende si no están seguros de estar dando el
paso correcto, mejor darse más tiempo. Tampoco estoy avalando que una deba de
quedarse y luchar por sacar a flote un matrimonio donde uno de los cónyuges es
maltratado; muy por el contrario, un amor sano es un amor duradero. No aceptes,
si no estás segura que te respetarán y valorarán.
“Te amaturus sum per saecula saeculorum”.
Un chistecito final (sin
querer herir susceptibilidades): “Algún día tendré que casarme, no toda la vida
voy a ser feliz”.
CJAT