sábado, 21 de octubre de 2017

TE DEJÉ IR, PERO JAMÁS TE OLVIDÉ


¡Riiiing!, me levanté de un salto de la cama; eran las 11 am, pero como suele suceder los días domingos, a esa hora estoy aún en el país de los sueños. Me acerqué a mirar por la rendija de la ventana que está junto a la puerta. No distinguía bien, o mejor dicho no reconocía quién era el personaje que estaba parado frente a la reja de mi casa. Grité desde lejos - ¿quién es? -. Una voz familiar respondió – Soy yo, Fernando, ¿ya no te acuerdas de mí? -. Yo seguía sin abrir la puerta, no creía que fuese él después de dos años que supe nada de su existencia. Eran casi dos años de extrañarlo. Lo único que logré saber de él, es que estaba en una relación con una linda chica llamada Pamela, y fue por ello que no me animé a buscarlo otra vez. Admito que luego que él se fue, nunca encontré alguien igual, siempre me arrepentí de alejarlo de mi lado; pero en ese momento era una decisión vital para mí.

Ahora que él está tocando a mi puerta, el corazón se me acelera como la primera vez. Es increíble que el sentimiento esté intacto por tanto tiempo. Es verdad eso que dicen que cuando encuentras a la persona correcta, aunque se separen, en algún momento ésta regresa.

Grité – ¡Ahorita salgo, espérame cinco minutos! -. Corrí, literalmente, hacia el baño. Me lavé la cara, me mojé el cabello, me eché algo de crema hidratante en el rostro y un poco de rubor para no parecer pálida, y salí a abrirle. – Hola Fernando – dije mirándolo como si fuese un sueño. - ¿Qué te trae por acá? – dije con cara de asombro. Él se acercó sin responder a mis preguntas y me dio un abrazo de esos que te rompen los huesos, pero te llenan el alma (siempre). Yo correspondí ese abrazo, y un par de lágrimas salieron de mis ojos. Me las sequé sin que él se diera cuenta. – Entra – le dije sonriendo.

Cuando estuvimos dentro, lo observé detenidamente; él ya no era, físicamente, el mismo de antes. Ahora él tenía unos kilitos de más, unos cabellos de menos y unas arruguitas agradables en el rostro; pero su mirada era la misma que me transportaba a otro mundo, a su mundo. Lo volví a abrazar para saber si era verdad. Me contó que había terminado con Pamela, porque nunca la pudo amar como me amó a mí; pero que en realidad estuvo con ella para llenar el vacío que dejé cuando me fui. Me pidió una explicación clara, del por qué me fui alegando que nuestras creencias eran un obstáculo para estar juntos. Como yo ya me había recuperado de la enfermedad que tuve, me animé a contarle el por qué para mí su creencia en Dios y la fuerza de esa fe, en ese momento, debían de estar presentes en la persona que estaba a mi lado.

-         “Fernando, la razón por la que yo tomé esa decisión tan drástica, fue porque una semana antes de nuestra última salida, yo había recibido una noticia no muy buena respecto a mi salud. Como tú sabes, mi padre falleció de cáncer, algunos tíos también y por ende yo era propensa a que se me manifieste. Me entregaron los resultados de los exámenes que me había hecho. Esos análisis salieron positivos. Me habían detectado cáncer de mama, y como creyente en mi Señor, puse todas mis fuerzas en Él para poder superar lo que se me venía.
Cuando tú me dijiste que ya no creías más en Dios, que tus creencias respecto a Él habían cambiado y que no darías la oportunidad al posible cambio; las ganas de contarte lo que me habían detectado se desvanecieron. No te sentía lo suficiente fuerte para poder afrontar lo que se veía venir conmigo. Así que preferí luchar con la ayuda de Dios, porque tú no ibas a poder hacerlo de la misma manera conmigo. Ahora que estoy recuperada te lo cuento todo, sin temor a que culpes a Dios de la enfermedad que me aquejaba.
En fin, no quiero que te pongas triste, pues ya estoy bien”.

Fernando me miró con sentimiento de culpa y me abrazó. Me pidió perdón. – No hay nada que perdonar – le dije y le di besos en los ojos, tal como solía hacerlo.
Yo sabía que él seguía sin creer en Dios, y que tampoco quería conocerlo; pero aun así, decidimos juntarnos de nuevo. Yo sentía que eso, que él manifestaba, era una forma de defensa para no responderse tantas inquietudes que a veces son difíciles de explicar. Yo opté por darle tiempo al tiempo. Yo siempre oraba por él, para que ablande su terco corazón, pues yo lo amaba y yo sabía que él era bueno.

Pasamos unos 8 meses siguientes muy felices. Las cosas estaban muy bien.
Una mañana me desperté con un fastidio en el pecho. Pensé que era un dolor muscular, pues el día anterior había ido al gimnasio. No le di importancia. El dolor persistió durante una semana. No le conté de esto a nadie, solamente fui al médico y para sorpresa mía, me mando a sacar nuevamente exámenes para descartar cáncer de mama. Mi corazón se paralizó de miedo, las lágrimas cayeron suavemente y un enorme suspiro salió desde el fondo de mi alma. Tenía que contarle a Fernando lo que estaba pasando, pero no lo haría, sino hasta saber los resultados.

A los pocos días fui a recoger los resultados, eran positivos. El médico me llamó al consultorio y me dijo lo menos que  quería escuchar. – Cathy tienes nuevamente cáncer, solo que ahora ha hecho metástasis por algunas partes de tu cuerpo... y solamente te quedan 3 meses de vida. No sé cómo puede haberse expandido tan rápido en ti, pero ahora tú decides si tomas las quimioterapias o no, aunque para el grado que está ya serían en vano -. Me derrumbé, pues Fernando y yo habíamos hecho planes. Él iba a sufrir viéndome así. No regresé a casa sino hasta luego de dos horas. Estaba pensando qué hacer para que él no sufra conmigo y verme deteriorar tan rápido. Bastaba con mi tristeza. Así que tomé una decisión muy dura, pero creo que era la más adecuada; lo iba a dejar ir de nuevo. Él era joven y podía rehacer su vida, tener una familia, ser feliz.

Toda esa semana siguiente, mis actitudes con Fernando cambiaron. Yo era fría, ya no lo abrazaba, ya no lo engreía. Era la única forma que él piense que algo en mí estaba cambiando y así lograr que se vaya alejando. Empecé a salir por las noches sin decirle a donde iba. Él comenzó a creer lo que yo quería que crea. Yo quería que él piense que yo tenía un romance con alguien más. Fue así que a las dos semanas, él me encaró una noche y me dijo – Cathy has cambiado demasiado, de un tiempo a esta parte, ya no eres la misma. Estás más lejana, ya no quieres acariciarme. No me tocas, no te comunicas conmigo. Eres fría, indiferente. ¡Quiero que me digas si me estás engañando! -. Mi respuesta fue directa – ¡SÍ!– le dije. Dentro de mí todo se estaba rompiendo, pero yo prefería que él crea que yo era una falsa, infiel y demás, en lugar que se quede a mi lado y sufra al verme mal. Yo prefería verlo feliz con alguien más que llorando mi partida y que culpe a Dios de todo.

Fernando se fue de la casa, como era de esperarse. Se fue odiándome, sin querer saber nada de mí, jamás. Me bloqueó de todas sus redes sociales y bloqueó a todas mis amistades. Se desvinculó totalmente de mí.

Estoy ahora en la clínica, luego de 8 semanas. Mi cuerpo está débil, mis ojos hundidos, mi piel reseca, mi belleza se desvaneció, pero mi fortaleza permanece intacta, porque sé que me espera una vida eterna en la que mi espíritu se regocijará en Dios.

Mi madre tiene prohibido avisarle a Fernando que estoy acá.

Hoy ya no estoy presente, pero veo a Fernando desde arriba, desde el cielo. Él es feliz, muy feliz. Tiene tres hermosos hijos y una bella esposa. Y aunque en su momento no quiso creer, ahora él es creyente y su matrimonio fue bendecido por el Padre.

Desde donde estoy, logré mi objetivo final con Fernando. Logré que sea feliz y que crea en Dios...


FIN

CJAT



jueves, 12 de octubre de 2017

EL PERDÓN COMO PARTE DE TU FELICIDAD


Hace una semana atrás, mi hermano me envío un vídeo sobre qué es lo que conforma nuestra felicidad y por qué es tan importante el aprender a perdonar.
En ese vídeo nos explica claramente qué significa perdonar, y ahora lo quiero compartir con ustedes.
Según la doctora Sonja Lyubomirsky, licenciada en Psicología por la Universidad de Harvard y doctora en Psicología Social por Stanford, profesora en la Universidad de California y Premio Templeton de Psicología Positiva del 2002, nos explica que el 50% de nuestra felicidad depende de nuestra genética, el 40% depende de las actividades intencionadas, de lo que podamos hacer para ser felices y solamente un 10% depende de la circunstancias y contextos en los que vivimos; salud, belleza, dinero, pareja, etc.
¿En qué porcentaje se ubica el perdón?, pues aunque no lo crean El Perdón se ubica en el 40% de todo lo que podamos hacer para poder lograr nuestra felicidad.
Perdonar no implica olvidar ni tampoco reconciliarse. Perdonar significa dejar de sentir ese sentimiento de cólera, resentimiento, irá, venganza o decepción que la otra persona haya originado en nosotros por alguna actitud, acción o quizás sin querer. Perdonar es neutralizar todo sentimiento negativo y por ende liberarse plenamente de ello para poder seguir adelante. Tampoco implica que tengas que esperar que el otro te pida perdón o disculpas, porque pueda que eso ocurra o que no. Perdonar no es esperar que el otro cambie, ni condicionarlo a que reevalúe esa actitud que te produjo dolor, ¡NO! Perdonar es soltar.
Obviamente, si algún ser querido o tú han sufrido maltratos, quizás violaciones físicas y psicológicas, no vas a ir a encarar a tu agresor y a decirle “te perdono”, no es así. En estos casos, el perdón se da con el tiempo, en donde uno debe tratar de liberarse del sentimiento de venganza y de irá. No es necesario que la otra parte sepa que tú lo has perdonado, eso ya queda en ti. Tú serás capaz de continuar y vivir libre de cargas y en paz. 
Perdonar tampoco significa darle de nuevo la confianza que tenías en la otra persona, no. El perdonar te ayudará, principalmente, a ti. Recuerda que científicamente las personas felices viven más años, inclusive nuestro sistema inmunológico se ve afectado cuando estamos tristes o estresados. Es por ello, que los médicos recomiendan que las personas que sufren de cáncer deben tener una vida tranquila.
Saber perdonar es un reto. Si lo logras, verás que nada podrá afectarte. El perdón te libera, te permite continuar y no estar atado a personas ni a situaciones. De igual manera si tú has cometido un error o has herido a alguien, y quieres ser perdonado; aprende a pedir disculpas, y si te perdonan, bienvenido sea, caso contrario, sigue con tu vida; pues tú ya diste el primer paso.

Por último, quiero dejarte un enlace de un vídeo de Daniel Lumera “El Perdón y la ciencia de la felicidad”. Espero que te des el tiempo de mirarlo.


Cada uno es responsable de tratar de ser feliz.

CJAT




domingo, 1 de octubre de 2017

¿CON LA LUZ PRENDIDA O CON LA LUZ APAGADA?

Estar en la intimidad con tu pareja es lo más hermoso que puede existir, siempre que todo sea en común acuerdo y ambos se sientan cómodos.
El querernos tal y cual somos es parte de la aceptación de nuestro físico, un poco complicado en estas épocas cuando los estándares de la belleza son demasiado fuera de la realidad; claro está que me refiero a ser bellas sin cirugías, prótesis, lipoesculturas, etc. Es debido a todas estas nuevas modas de ser hermosos, lo que ocasiona cierto grado de inseguridad en algunas personas, tanto hombres como mujeres. Muchas veces se nos hace difícil perder la vergüenza cuando es la primera vez que vamos a tener intimidad con nuestra pareja. El pudor es parte de la timidez que cada quien tiene; algunos más, otros menos y algunos nada.
Si eres de los que piensa que la mayoría de las mujeres nos fijamos en cada defecto de los hombres, para sorpresa  les quiero comunicar que nosotras no siempre nos fijamos en los defectos, al contrario, somos nosotras las que pensamos que son ustedes quienes se fijan en cada detalle de nuestra figura.
El hacer el amor con la luz prendida o con la luz apagada puede mejorar o empeorar el momento que van a compartir. Tanto los hombres como las mujeres debemos saber respetar el grado de pudor que nuestra pareja tiene, ya que la idea es que ambos disfruten y no se sientan presionados. Recuerden que con el pasar del tiempo se incrementa la confianza y, poco a poco, ambos se irán liberando de ciertos tabúes que pueden frenar en algo la exploración de la sensualidad de ambos sexos.
Si tu pareja prefiere mantener la luz prendida y tú te sientes bien así, entonces adelante y disfruten; pero si no ocurre esta situación, quizás una luz tenue puede lograr la comodidad que ambos anhelan para el intercambio de sus energías.

Date el tiempo de conocer a tu pareja y ámala en su belleza natural. En su imperfección está su perfección.

CJAT