Luego del 14 de febrero del 2015, digamos
mejor, 15 de febrero en la madrugada; supe a ciencia cierta que estaba
enamorada. Seguro se preguntarán ¿cómo me pude enamorar de alguien a quien
recién conozco?; pues para sorpresa mía también, era la primera vez que me
sucedía tal absurdo. Yo siempre creía que no era posible, pero gracias al
“flaco” aprendí que uno puede enamorarse a la primera, o mejor dicho a la segunda,
¡ja, ja, ja, ja!
Pasaron unas semanas, y comencé a escribir
muchos poemas dedicados a su persona. La inspiración fluía sin problemas. Cada
vez que escribía un nuevo poema se lo enviaba y él me daba su apreciación. Era
lindo saber que él tenía cierto interés en lo que yo escribía.
Así como quien no quiere la cosa, pasaron
meses, hasta llegar al año. Éramos dos personas libres que compartían momentos
lindos, sin ataduras ni más. Eso quizás en otra ocasión, yo no lo hubiese
admitido; pero lo que me llevaba a seguir con este tema, era algo que ni hasta
ahora puedo comprender. Había días que me despertaba decidida a cortar con esta
relación extraña. ¡Ojo que hasta ese momento no hubo otro tipo de intimidad! ¿raro,
verdad? Me decidía a cortarlo, luego me arrepentía y no lo hacía.
Cada vez que nos veíamos, él me iba a recoger
a la casa. Yo siempre le decía que me esperase en el parque a espaldas de mi
casa; pues los vigilantes de la cuadra y los vecinos eran y son demasiado
chismosos; yo no quería que piensen lo que no es. Hay un dicho que dice: “No
hagas cosas buenas que parezcan malas”. Es por ello, que le pedía que no me
buscase directamente en la puerta de mi casa. Claro que hubo algunas ocasiones
en las que era inevitable que él lo haga, pero en la mayoría de veces yo
trataba que no fuese así.
Dicen que las mujeres solemos ser muy
reservadas, en cuanto a dejarnos ver desarregladas; pero era tanta la confianza
que había logrado tener en él, que hasta en pijama salía a darle el encuentro. Yo
no tenía vergüenza. Sin embargo, pensándolo bien, él, fotógrafo publicitario, siempre
tenía contacto con mujeres en extremo bellas, esbeltas y siempre bien
arregladas; algo que valgan verdades, no me importaba mucho, pues si él me
buscaba era porque yo le gustaba.
A continuación voy a describirme para que
sepan cuál es mi apariencia. Soy algo andrógina, diría yo. Mido 1.70 cm, peso
53 a 54 kilogramos, tengo el cabello corto, muy corto; tez trigueña, aunque
como soy mezcla de china con morena, tengo algo de amarilla, ja, ja, ja; ojos
color negro (aunque dicen que los ojos negros no existen, solamente hay pardos
oscuros), me gusta vestir de negro, una mezcla entre femenino y masculino; es
decir, si uso una falda de cuero negra, me gusta combinarla con una chaqueta
algo masculina; cosas así. Bueno, creo que fue por eso que él, también, atrapó mi
atención; pues su apariencia es algo misteriosa y sexy al mismo tiempo.
Pasaban las semanas y cada vez que nos
veíamos, la tensión entre los dos, en tener algún tipo de contacto más allá de
la línea, era algo que se percibía en el ambiente. Los besos eran dulces, pero
la sensación de querer conocernos más era muy fuerte. Los abrazos eran muy
intensos, pero aunque sea difícil de creerlo, no era esa malicia de lujuria;
sino muy por el contrario, era la dulzura de querer saber cómo dos almas que
tienen tanta conexión puedan llegar a ser una unidad física y espiritual.
Yo sabía que él quería un contacto algo más
intenso, pero no se atrevía a decirlo, o quizás no quería que yo me alejase por
pensar que solamente eso era lo que él buscaba. Yo, por otro lado, tampoco quería
mencionar el tema, para no ponerlo en compromiso, ni tampoco evidenciar la gran
atracción, cariño y emoción que me suscitaba cada vez que me imaginaba aquel
momento. Sé que ustedes los lectores, quieren que llegue a relatar esa
situación de intimidad, pero les haré la espera más larga; puesto que hasta esa
fecha, no pasó nada de nada. Ambos nos respetamos, algo raro en estas épocas,
en donde hay personas que sin conocerse, simplemente salen en una cita y ya
tienen relaciones íntimas; lo que no digo que esté mal, pero en mi caso, y
también en el suyo; teníamos que tener una conexión mucho más fuerte que unas
cuantas salidas. Creo que tanto él como yo, estábamos esperando el momento
idóneo para no solamente entregarnos en cuerpo, sino también en alma.
Así como dice el título de este capítulo “Soy
yo o eres tú. No comprendo”, éramos los dos. Simple y llanamente, los dos, que
sin querer sabíamos que el momento llegaría; pero aún nos faltaba
compenetrarnos más.
Continuará en el capítulo V: ¿Quién da el
primer paso?
CJAT