Después de esa noche mágica, llena de dulzura y
sensualidad, decidí dejar de lado el hecho de la apuesta que había pactado con
mi amiga. Ella ganó y cumplí con lo apostado, no le dije lo que había pasado;
pues no lo creía idóneo, que aunque yo pude haber cobrado la apuesta, lo haga; ya
que mi corazón y parte de la razón me
decían que no era lo correcto. Muchas
veces una no calcula que los sentimientos son más fuertes. Obviamente, ya no
viene al caso mencionar de qué monto se trató la apuesta, pues ya no es de
importancia. Ahora solo quería que lo que inició como algo de juego, pueda
seguir su curso sin presiones, sin falsedades y simplemente siendo nosotros
mismos. Es más, posiblemente, él esté leyendo esto y recién se esté enterando
que mi afán de acercarme fue, en un comienzo, solo por una apuesta. Cabe
aclarar que es solo al inicio, porque ni bien conversé con él, me percaté del gran
error que hubiese cometido al seguir con el absurdo juego; pues la que se
estaba enganchando era yo y no él.
No contaba, con
que él tenía una personalidad sumamente extraña; pues así como apareció,
de esa misma forma, desapareció y no supe de él sino hasta el 14 de febrero.
Recuerdo que ese día; había quedado en salir con una amiga al karaoke,
solamente las dos, a cantar y desestresarnos, lejos de hombres que nos
compliquen la existencia. No tenía la más mínima idea que él me mensajearía;
pues de la manera como desapareció, supuse que yo era una más en su lista de
mujeres. Este pensamiento no está lejos de ser cierto, porque el mundo en el
que él se desenvuelve, está lleno de apariencias, superficialidades,
banalidades y demás; pero algo había en él que me decía que su manera de ser no
era así. Creo que me dejé llevar por la conexión que sentí, y no por la
realidad. La oxitocina que generaba mi ser cuando estaba frente a su presencia,
era tal, que cegaba mi raciocinio. En fin, el 14 de febrero, cayó un día sábado
o viernes, ya ni recuerdo bien.
Ese día me alisté y me puse unos jeans oscuros, zapatos de taco, una
blusa holgada, semitransparente de color blanco hueso. Me maquillé un poco, y
me dispuse a ir en busca de mi amiga que vive a cinco cuadras de mi casa. La
recogí. Ella se había puesto un vestido bien entallado y sus zapatos de
plataforma con taco. A ella le encantan los vestidos, muy por el contrario a mi
persona, que en realidad soy más de jeans,
leggins, faldas o polivestidos. Me
gusta sentir soltura, pero en este caso había hecho una excepción y me había calzado
unos tacones de 10 centímetros. Cuando llegué, ella ya estaba lista, así que
tomamos el taxi con dirección a un karaoke que está cerca de donde vivimos. Al
llegar, el lugar estaba lleno, por lo que nos ubicamos en unos asientos que
están en la barra. Desde ahí empezamos la celebración del “Día de la Amistad”.
Pasaron algo de 4 horas, cuando en eso sonó mi celular. Era un mensaje, de whatsapp, que decía: "¿Estás
viva?"; la verdad dudé un poco en responder y no lo hice sino hasta
después de 20 minutos. Era él, y me sorprendió esa rara forma de saludar. Le
respondí: "Sí, estoy en el karaoke con una amiga", a lo que él
respondió que no quería interrumpir. Inmediatamente, miré a mi amiga y observé
que estaba con cara de sueño, ya entrando en trance para el regreso a casa; por
lo que atiné a responderle que yo ya estaba de salida, puesto que mi amiga ya
estaba entrando en el país de los sueños. Lo que sí me pareció extraño, es que
él no tenga planes un día como el “Día de San Valentín”. Bueno, pero realmente,
me agradó que me escriba y que me busque. Finalmente, quedamos en que me
recogería del karaoke y que iríamos a pasear.
Le comenté a mi amiga que el "flaco"
me había escrito y que como ella ya estaba más para la otra dimensión que para
ésta; había aceptado verlo, y me estaba yendo a recoger. Ella, como es
práctica, no se hizo problemas, y aprovechó la oportunidad para que la dejemos
en la puerta de su casa.
Una hora después, me llegó un mensaje de aviso
que él ya estaba afuera esperando por mí. Salimos, y con toda educación le
pedí, el favor, si podíamos darle un aventón a mi amiga hasta su casa, a lo que
él no se negó en absoluto, y como todo un caballero, aceptó mi petición.
Después de dejar a mi amiga en su casa, nos
dirigimos hacia el distrito de Barranco, para ser más exacta, al Malecón de
Saenz Peña. Ahí estacionó su camioneta, y bajamos a estirar las piernas. El
olor del mar, la luz de la luna, el murmullo de las olas marinas y su
presencia, eran todo lo que yo podía querer en ese preciso instante. Me miró y
lo miré, estiré mis brazos e hice el ademán de bailar pegados, a lo que él
respondió afirmativamente, y le dije al oído que cierre los ojos e imagine que
el sonido de las olas es una balada. Comencé a moverme de un lado a otro, el
siguió mi ritmo suave; pero solamente por unos minutos, luego de ello, tomo mi
rostro entre sus manos y lo acercó al suyo. Me dio un beso riquísimo, de esos
que levantas el pie derecho, como cuando la princesa de Disney baila con su
príncipe. Ja, ja, ja; a veces soy demasiado cursi para describir lo que vivo,
pero es interesante relatar una historia así, con esos detallitos.
Luego de ese baile y beso de película, subimos
a la camioneta, pues el frío que hacía era raro de la época, pues supuestamente
estábamos en verano; pero creo que el clima y la atmósfera se habían
confabulado conmigo, para que ese friecito haga que estemos más juntitos. Ya en
el vehículo, nos sentamos en la parte de atrás e iniciamos una conversación de
lo que él había estado haciendo. Me di con la sorpresa que él había estado
trabajando hasta una hora antes de recogerme. Le creí, no tenía por qué no
hacerlo. Yo le conté algunas cosas mías, y luego de eso vino un silencio de
miradas, seguidas de un abrazo fuerte, que duró casi como 10 minutos de puro
sentir, sin palabras; solamente puro contacto de cuerpo. En ese abrazo, sentí
una paz exageradamente increíble, era como haber encontrado a mi alma gemela
(no necesariamente el alma gemela, es con quien te quedas en esta vida) Una
conexión no sentida anteriormente, ni siquiera con la persona con la que estuve
a punto de casarme. Es por ello que
digo, que no necesariamente tu alma gemela es con quien te quedas en esta vida;
pero ese es otro tema del que más adelante en otros escritos voy a tocar. Fue
ese especial acercamiento que percibió mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi
corazón, lo que hizo que un miedo suba desde la punta de los dedos de los pies
hasta la última hebra de mi cabello; pero en lugar de frenarme, me daba más
valor de continuar con esta historia, que ni yo sabía cómo comenzó y en qué
terminaría. Sus besos eran más hermosos uno que otro, la suavidad de sus labios
era indescriptible, el sabor de su boca era el néctar más delicioso, jamás
antes probado por mi experiencia amorosa. Era como si un rompecabezas, por fin,
pudo encontrar la pieza que faltaba. Me sentía totalmente confundida y feliz.
Dos sentimientos paradójicamente bellos, creo yo.
Él me parecía un hombre tan misterioso, que yo
quería descifrar todo de él. Esa sensación de intentar averiguar todo, me
envolvía cada vez más. Ya había caído en mi propio juego. Él no intentada nada
más y eso me halagaba; pues generalmente, los hombres cuando ven que una mujer
responde a sus besos, abrazos, en la mayoría de los casos, buscan tener otro
tipo de intimidad; pero él no. Él
respetaba esa línea tan delgada, que en cualquier momento, yo pude haber sobre
pasado sin ningún remordimiento. Él era un hombre demasiado enigmático. Yo
quería ser parte de ese enigma.
Finalmente, pasaron las horas, que para mí fueron
muy rápidas. Yo hubiese querido que esas horas sean eternas, pero llegado el
momento, él me llevó de regreso a casa e igual que la última vez; se despidió
con una abrazo fortísimo, como si su alma traspasara la mía, seguido de un beso
dulce, suave, tierno, pasional y larguísimo. Yo, definitivamente, ya no sabía
lo que hacía. Estaba cayendo en mi propia trampa y no sabría cómo salir. Intuía
que la que saldría perdiendo en esto, sería yo; pues nada me garantizaba que yo
fuese la única con la que él estaba flirteando. Mejor ni pensaba en ello. Yo
iba a continuar este romance, mientras mi corazón, mi razón y en especial mi
alma, me lo permitan.
Continuará en el Capítulo IV: Soy yo o eres tú. No comprendo.