De niña solía tener el cabello
largo, si mal no recuerdo, lo tenía hasta la cintura y para ir al colegio mi madre
me peinaba con la clásica “cola de caballo” o con las “colitas de Chilindrina”.
La verdad que para mí era agobiante despertar cada mañana y que me hagan esos
peinados, pues me estiraban tanto el cabello, sin pelitos fuera de lugar (todo
a petición mía; estaba obsesionada con lo prolijo), que terminaba con mis
ojitos rasgados. Yo estudiaba en un colegio de monjas, por lo tanto eran estrictas en
la presentación y yo, cual nerd,
acataba las órdenes sin titubear.
Cada vez que me miraba al
espejo, veía una niña poco agraciada, nada simpática y con las ganas de trasquilarme
la cabeza. Cabe señalar que también usaba gafas desde los 6 años de edad. Las
usé hasta los 26 años apróximadamente; fecha en la que me liberé de la visión
borrosa, gracias a la cirugía láser y gracias a un médico argentino que ya no
vive. A la fecha, sólo uso anteojos de descanso para estar en la PC o
maquillar, y porque no decirlo, porque están de moda... ji, ji, ji.
Sigamos con lo del cabello.
Mantuve mi cabello largo y algo ondulado durante muchos años, toda la época de
niñez, adolescencia y parte de la juventud. La lucha diaria de lavarme, secarme
y formar las onditas con las famosas cremas de peinado, me quitaban demasiado
tiempo y, al final no veía ningún cambio favorable en mi aspecto. Siempre veía
revistas con cortes extravagantes y pensaba: “Como quisiera poder atreverme a usar mi cabello así”, pero el sólo
pensar que decían que “las mujeres con
cabello largo se ven más femeninas”, era algo que me frenaba en mi afán de
buscar un cambio, que aunque era por fuera, quería salir del fondo de mi ser.
Odiaba mi cabello ondulado, no
me gustaba el frizz y cuando salieron
los primeros alisados, intenté hacerme uno, ¡me quedó horrible!, y casi me
quedo calva. Luego resignada a mi cabello largo y semi ondulado, lo dejé ser.
Cuando tuve 15 años, me corté
el cabello a la altura del hombro, pero siempre un corte sobrio, recto, nada
fuera de lo normal. Me seguía sintiendo “fea”, esa es la verdad, ni siquiera
para mi quinceañero me sentí bella. Mi autoestima sumado a mi timidez no eran
el mejor dúo para una adolescente que pisaba la juventud. Siempre le eché la
culpa de mi supuesta falta de belleza a mi cabello largo. Era incontrolable.
Luego de mi “quino”, me dejé
crecer nuevamente el cabello y no fue hasta los 34 años que me lo corté súper
chiquito. Todo gracias a una ruptura fuerte que tuve luego de una relación de 3
años (Si estás en mi blog busca el artículo “El mito de los 3 años de la
relación de pareja” y entenderás)
Eso que dicen que cuando una
mujer se cambia de look está dando vuelta a la página en su vida, es verdad. El primer corte me lo hizo el hermano
estilista de una amiga estilista. Ese fue el primer paso para todos los cambios
de looks que he tenido hasta la
fecha, pero siempre manteniendo el cabello corto.
No sé si fue la ruptura, el
cabello corto, o simplemente la edad lo que me hizo sentir que soy la mujer más
bella y femenina que jamás había podido ser. Por eso, cuando me dicen que una
mujer con cabello corto no es nada femenina; les digo que por lo menos yo,
me siento súper linda.
Así que si decides cambiar
algo en tu vida, sea física o interiormente, pues hazlo; siempre que no afecte
tu salud.
Si te hace feliz raparte la
cabeza, hazlo. El cabello largo o corto no va a definir tu femineidad. ¡Esa la defines tú y nadie más!
CJAT
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