Hasta
ahora no les he dicho el nombre del personaje varonil y delgado que había
prendado mi corazón, pues creo que ya es hora de decirlo. Él se llama Roberto
Moreno Rois, ¡NO!, ese no es su nombre real; así que no empiecen a buscarlo por
el facebook u otras redes sociales;
ya que es un nombre ficticio, pero con las mismas iniciales del verdadero.
Sigamos
con el relato. Ya había pasado como 15 meses desde que lo conocí, y más o menos
como un año desde que fue la primera vez que probé sus suaves labios. Era una
situación extraña, pero inquietante. Nos veíamos cada dos o tres semanas; pero
las veces que nos acompañábamos, eran espacios de tiempo que se detenían. Los
minutos eran horas y las horas eran días.
Ya
después de un buen tiempo, una noche decidí tomar yo la iniciativa y buscar el
momento propicio para tener ese encuentro de materia y espíritu. Estaba segura
y preparada para afrontar lo que viniera después, sea bueno o malo; pero
realmente quería tener esa conexión. Yo quería experimentar su energía, esa que
fluye cada vez que lo veo. Él era el indicado; pero no me puse a pensar si yo
era, para él, la indicada.
Un
jueves por la tarde, le envié un mensaje para encontrarnos el fin de semana en
un lugar especial. Me respondió con un sí. Le dije que no se preocupe, que no
se sienta comprometido – pues él era algo tímido – que solamente quería dormir
abrazada a su lado y que no iba a pasar nada que él no quisiera. Suena raro que
una mujer diga eso, y que sea el hombre quien se sienta incómodo; pero creo que
esta era una de esas situaciones.
Por
fin llegado el fin de semana – día sábado – le envié un mensaje del lugar donde
nos encontraríamos. Él tenía una presentación con su banda y por ende no podíamos
llegar los dos juntos. Así que por iniciativa propia, yo llegué primero al
lugar y le dije que apenas termine me dé el encuentro. Yo llegué como a las
11:30 pm y él apareció como una hora y media después. En todo ese lapso de
tiempo, estuvimos en contacto para saber por dónde él estaba y cuánto tiempo le
tomaría llegar. Nunca había estado tan nerviosa, era claro lo que yo buscaba;
pero no sabía si él reaccionaría de la manera esperada.
Llegado
el momento, vibró mi celular, era él mandando un mensaje.
-
Hola
Antonella, ya estoy llegando. Estoy en el grifo llenando el tanque de la
camioneta y en 10 minutos llego – dijo con una voz un poco agotada -.
-
Perfecto
flaquis, yo acá te espero. Me traes una botella de agua mineral, por favor –
dije media somnolienta -.
-
¡Sale!
¿Quieres que te lleve algo más?
-
No,
gracias. Besos – le dije -.
-
¡Besos!
– respondió -.
Finalmente,
tocaron a la puerta de la habitación – ¡toc, toc, toc! – era él. Me levanté de
la cama y me dirigí a la puerta. Lo primero que hicimos al vernos fue darnos un
abrazo fuerte, y como siempre digo, de esos que te rompen los huesos, pero te
llenan el alma. Él estaba vestido como siempre, con su pantalón negro pitillo,
su polo negro, traía el cabello con su look
de pelos parados y sus botines de cuero negro. Su mirada lucía agotada. También
tenía a la mano un pequeño neceser, donde asumo, cargaba sus cosas de aseo
personal; pues la idea era pasar la noche juntos.
Nos
echamos en la cama, yo estaba viendo una película. Él se echó y extendió su
brazo para que yo me acurruque, inmediatamente lo hice. Los dos abrazados
estuvimos viendo la película por unos cuantos minutos. El calor en la
habitación empezó a subir, al menos eso era lo que mi cuerpo percibía, no sé si
era el nerviosismo o si era la temperatura del ambiente. Inesperadamente, él
volteó su cuerpo hacia mí y me dio un beso apasionado. Sus labios estaban
calientes, su cuerpo se sentía como hirviendo. Él estaba con ropa, no piensen
aún lo que no ha pasado. Nos besamos y luego de ello, todo el miedo que yo
sentía se fue disipando. Me sentía segura a su lado. Sabía que nada malo podía
pasarme. Confié en él. Entonces yo le
devolví con otro beso lleno de amor, ternura, fuego y paz. Él lo sintió; pues
su ser reaccionaba a cada caricia que yo le daba. Era como tocar un cuerpo
puro; no había malicia en él, ni tampoco en mí. Pasó lo que ya se veía que iba
a suceder; pero cuando todo terminó, me sentí confundida. Nuevamente el miedo
me abrumó. Me levanté al baño y me miré al espejo, tenía unas ganas inmensas de
llorar. No quería que él me viera así. Me lavé la cara, tomé un poco de agua y
salí a echarme junto a él. Él, todo cariñoso, me extendió sus brazos nuevamente
y tratamos de dormir. Digo tratamos, porque al final él sí pudo dormir; pero yo
no. Mi corazón tenía un enorme nudo que estaba a punto de estallar. Así que lo
único que atiné a hacer es levantarme, cambiarme y llamar a un taxi para
regresar a casa.
Cuando
llegó mi taxi, lo desperté y le dije que ya me iba. Él me miró extrañado y
sorprendido. ¿Estás bien?, pero déjame cambiarme para llevarte – me dijo con
voz suave -. No te preocupes que mi taxi está esperando abajo – le dije con
premura - y me fui. Ya en el taxi, me arrepentí de haberlo dejado, era como
haberlo abandonado sin darle explicación alguna.
Pasaron
como 5 días y no nos comunicamos. Yo no quería hablarle. Hasta que él me llamó.
Era de noche y yo había salido a correr al parque que está a espaldas de mi
casa. Me preguntó si me sentía bien y qué había sucedido ese día que me fui sin
decir nada. Finalmente, tuve el valor de explicarle.
-
Mira
Roberto, la verdad me fui, porque tengo miedo a enamorarme. Sabía que si
despertaba al lado tuyo, era algo que iba a querer mantener, es decir algo más
serio. Sé que tú no buscas lo mismo. Por eso me fui – luego de decir eso, se
formó un nudo en mi garganta -.
-
¿Por
qué no me dijiste nada?, eso hay que
conversarlo en persona. Pensé que en realidad te habías ido por otro motivo;
pero en fin, ya fue. No te preocupes – dijo con una voz algo extraña -.
Evidentemente,
no era la respuesta que yo esperaba; pero sabía que algo así iba a suceder. Yo
quería que él me dijera que también se estaba enamorando, que no me sienta mal;
pues mi miedo era infundado; pero no fue así. Mi prioridad era él. Su prioridad
no era yo. Al final de la conversación quedamos en pendiente para hablar. No
sabíamos cuándo; pero teníamos que hablar.
“El
amor nace no necesariamente de la misma manera”.