viernes, 19 de enero de 2018

SIN ÉL NO ERES NADA. PARTE I (Aún no sé si habrá parte II)

(Narración basada en hechos ficticios ☻)

El año pasado, conocí a una persona que me pareció ser sensata en todo aspecto. Sé que hablar de temas religiosos y políticos siempre termina en discrepancias.
Yo me encontraba en un espacio de la vida, en la que no quería conocer hombre alguno, solamente quería mi tranquilidad, y últimamente los hombres no habían sido parte de ella.
La forma en que conocí a este chico – que de chico no tiene nada, ya que tiene 42 años - no la voy a mencionar, porque no viene al caso, pero en resumen puedo decirles que fue sin esperarlo.
Sólo había tenido algunas pláticas telefónicas antes de conocerlo, quizás recuerdo haber visto algunas fotos, no muy nítidas por cierto, y algunos vídeos en youtube.
Nos encontramos en el Real Plaza Primavera, que es un centro comercial de Lima – Perú. Es un lugar no muy tumultuoso, salvo en días específicos. Recuerdo que ese día no había mucha gente.
La primera impresión que tuve al verlo fue agradable. En persona se veía mucho mejor que en las fotos y que en los vídeos. Era simpático y con un aire de egocentrismo, pero manejable. Lo que me agradó mucho fue que olía delicioso y se notaba que estaba recién bañadito. Fuimos a tomar un café y a comer un pastelito. Hablamos de varios temas, dentro de los cuales el más importante para mí era saber si él creía en Dios. Le pregunté sin tanto rodeo y su respuesta fue rápida y segura, me dijo que sí. Esa respuesta me dio la tranquilidad de permitirme conocerlo un poco más. Admito que me alegró saberlo.
Después de esa salida – que fue muy bonita – quedamos en salir nuevamente la otra semana. En la segunda salida ya la conversación fue mucho más fluida y pude saber varias cosas de su vida y de “la loca” de su ex; así la denominó él. Siempre dicen que no deberías hablar de tu ex cuando sales con alguien, pero en realidad no me incomodó, pues si él quería contarme sobre ella, solamente me quedaba escucharlo.
Cuando me fue a dejar a casa, me pude dar cuenta que yo le agradaba algo. Yo lo miraba, pues percibía que quería darme un beso. Yo, en mi mente, pensaba: “¡Anímate, anímate!”, hasta que nos miramos fijamente y ¡pamp!, me dio ese beso. Fue algo raro, pero dulce. Era caballeroso, respetuoso, y se tomaba el trabajo de irme a recoger a casa, aunque él vivía a dos horas de distancia. Eso lo apreciaba bastante, pues demostraba que realmente me quería ver.
Todo iba bien, hasta que en una de las salidas al cine, luego de ver una película de MARVEL y caminar un rato, surgió nuevamente el tema de Dios. No recuerdo cómo fue, pero en uno de esos intercambios de ideas, le dije que yo jamás saldría con un ateo*, escéptico** y agnóstico***, pues se me complicaría poder compartir algunas experiencias de vida con alguien cuyos valores y principios no están ligados a Dios. Su respuesta fue totalmente inesperada, pues me dijo que él no creía en Dios y que si en algún momento lo hizo fue porque se había encontrado en una etapa de la vida un poco complicada y triste, y que buscó refugio en Él, nada más; pero que luego de superada esa fase se dio cuenta que podía solo. Esa respuesta me decepcionó, tal vez hubiese sido más congruente decirme que no cree y punto, pero el hecho de creer sólo cuando te sientes mal y buscarlo únicamente en circunstancias extremas, me dio mucho que pensar. Yo le dije que me daba mucha pena, pero que a Dios no se le busca por conveniencia, sino por amor, por fe, y que las bendiciones bien con Él siempre impresas.
Ese día nos despedimos en la puerta de mi casa, con la certeza que no lo iba a ver más. Admito que cuando se fue me puse muy triste, no por el hecho de que dejaba ir a alguien con prospecto de ser mi compañero, sino por el hecho de que se estaba perdiendo la opción de conocer a alguien maravilloso como Dios.
Al día siguiente, en la mañana, le envié un mensaje. Sentí esa necesidad de extender mi mano y darle la oportunidad de conocer a mi creador, pues me di cuenta que fui egoísta en dejarlo ir sin tomarme la molestia de darle un chance de que poco a poco pueda entender que él estaba en un error. En el mensaje le escribí “Si en algún momento quieres conocer a Dios, yo estaré acá para mostrarte lo maravilloso que es Él”. Nunca respondió. Espere por semanas que respondiera; me salieron raíces de tanto esperar. Algunas amistades me dijeron que yo era demasiado tajante en pensar así, otras tantas me entendieron.
Confieso que estuve orando por él y hace poco me escribió de nuevo, inclusive me deseó un feliz año y me envió bendiciones – algo raro en él -. Quedamos en encontrarnos en algún momento no muy lejano, pero mi pregunta es: ¿debo o no debo volverlo a ver? Yo solamente quisiera orientarlo en el camino hacia Dios, pero nada más.  Yo realmente quiero ayudarlo, pero no quiero pasar más que de una amistad. No quiero que mi amabilidad se confunda con algo más.

Si se llega a dar esa salida, les contaré cómo va todo. Espero que cambie de parecer y que ablande ese duro corazón que ha optado por estar cerrado a Dios.
Quiero que él experimente en carne propia que cuando uno recibe a Cristo en el corazón, la perspectiva de la vida cambia. Uno cambia. Tu entorno cambia. No quiere decir que los problemas desaparezcan como por arte de magia, pero saber que no estás solo es gratificante. Todos te pueden fallar menos Él.

CJAT

*Persona que niega la existencia de Dios.
**Que no cree o le cuesta creer.
***Que declara que el entendimiento humano no puede tener noción de lo absoluto, sino sólo de lo relativo, en especial de la existencia de Dios.

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