Saber que estás embarazada,
sobre todo si lo has planificado, es maravilloso. Traer un ser al mundo es lo
más hermoso y anhelado, que la mayoría de mujeres deseamos; pero las que aún no
somos madres, siempre nos preguntamos, ¿qué tan difícil es el proceso?
Unas amigas que ya son madres,
me ayudaron con información para poder escribir este artículo. Espero no herir
susceptibilidades; pero realmente les quiero anticipar, que por lo escuchado,
no es nada fácil.
Comenzamos por el primer mes; cuando quizás, aún no te
has enterado que estás embarazada. Sigues con tu vida normal, te sientes más
emotiva de lo usual; muchas mujeres lloran por todo, y en otros casos, no
sienten nada. No hay reglas.
En el segundo mes; tampoco sabes que estás embarazada, porque si eres de
las despistadas como yo, que no lleva control de sus períodos menstruales, por
ser tan variantes; es probable que sigas haciendo tu vida nocturna normal.
Continúas saliendo con amigas, traguitos por acá y por allá, bailar hasta las
últimas, ir a trabajar sin tomar un buen desayuno, ingerir comida a deshoras,
realizar tu rutina normal de ejercicios, etc.
Tercer mes; ya la cosa cambia. Ahora te ves un poco hinchada. Te preguntas
si has subido de peso, y empiezas a pedir consejos para bajar esos supuestos
kilos de más. Tomas los famosos batidos que te ofrecen bajar 5 kilos en una
semana, y nada de nada, tu barriga sigue inflándose cada día más. Lo peor de
todo, ni te percatas que tu menstruación aún no te viene. Y si eres de las que no siente náuseas y
mareos, entonces no tienes la más mínima idea que puedes estar gestando.
Cuarto mes; la dieta para bajar esos incómodos kilos, no funciona. Recién
empiezas a dudar. Inmediatamente, corres a ver el calendario. Miras mes a mes,
y no recuerdas cuál fue tu último período. No te queda más que ir a la farmacia
y comprar tres pruebas de embarazo. Piensas que una puede salir errada, la
segunda es para confirmar y la tercera es para que te dé un infarto, ¡ja, ja,
ja! Te haces la primera prueba y sale positivo. Se te detiene la respiración y
tratas de poner en duda el test, por
lo que procedes a hacer el segundo descarte. Irremediablemente, también sale
positivo. Ya la respiración viene acompañada de sudor y palpitaciones
aceleradas. Tomas el tercer y definitivo test,
el cual también sale positivo. Te diriges a la cama, te sientas y no puedes
creer que serás madre. Entonces una serie de miedos llegan a ti; “no podré
acabar mi carrera”, “mi esposo no gana lo suficiente”, “yo no gano lo suficiente”,
“tendré que postergar mis estudios”, “mi cuerpo se va a hinchar”, “¿mi esposo estará
feliz de ser padre?”. Todas estas dudas abruman a la mujer, pero muchas no lo confiesan.
Quinto mes; los pies se te inflaman, tienes antojos de cosas que
jamás hubieses pensando. Una amiga por ejemplo, se le dio por comer solamente Ceviche;
a tal punto que su esposo evitaba darle muchos besos, ya que su aliento era a cebolla
y pescado. ¡Horror!
Sexto mes; tienes muchos bochornos, pero al mismo tiempo, por las
hormonas alborotadas, tu cuerpo te pide tener sexo ipsofacto. El esposo con
mucho miedo busca la mejor posición, pero no lo logran, entonces te quedas
insatisfecha, con calores, pies hinchados, antojos raros; por ende, te empieza
el mal genio.
Sétimo mes; la barriga ya no te permite bañar bien. No te puedes
depilar con facilidad, por lo que pides ayuda a tu esposo o novio; infortunadamente,
él no sabe depilar a una mujer, entonces, ahora pareces “Chewbacca” de Star Wars; obviamente solo es en caso
seas velluda, porque también hay algunas privilegiadas que son lampiñas y no
necesitan depilación alguna.
Resignada a que estarás peluda
por unos meses más; te sientes fea, y te miras contínuamente al espejo,
añorando el cuerpo que tenías antes de salir embarazada.
Octavo mes; orinas a cada instante. Tienes incontinencia, por lo
que empiezas a usar pañales para adultos, ¡es el colmo! Te empiezan a picar los
pezones; además, tus senos están como dos bolitas a punto de estallar. También
tienes escozor en la barriga, pero evitas rascarte para que no te salgan las
horribles estrías en la piel. Ya quieres que salga el bebé, ya no aguantas el
dolor de espalda, el dolor de pies, los antojos que te han hecho subir 6 kilos
más, de los que normalmente una embarazada debe aumentar.
Noveno mes; ya no quieres ni levantarte, sigues con los antojos
extraños, lo único que esperas con premura, es ir al hospital para que de una
vez salga el nuevo ser. No quieres ver a tu suegra y sus “sabios consejos de la
experiencia”, ¡ja, ja, ja!, en caso la tengas.
Llegado el momento, te dicen
que va a ser parto natural. Llevas un día entero de labor, pero aún no dilatas.
Sigues en tu casa. La noche anterior empezaste con los dolores, no podías
dormir, ni sentarte, no aguantabas ninguna posición. Te pasaste, literalmente,
toda la noche caminando en el pasillo de tu casa. Fue hasta las 10 am del día
siguiente, que recién te llevan al hospital. Ya estás con un carácter
insoportable. Llegas al hospital como a la 10:30 am y te envían a chequeo. Te
dicen que apenas has dilatado 4 cm, pero al verte con tanto dolor, deciden
ingresarte a la sala de parto. Te dan un balón de pilates, y te dicen que te
pondrán la epidural. Te quieres hacer la valiente y no aceptas. Después de una hora,
te arrastras de dolor, y no es sino hasta las 3 pm, que accedes a que te pongan
la epidural. El dolor desaparece por arte de magia. Te rompen la bolsa de
placenta, pues tú, ni el tapón mucoso habías expulsado.
Estás en sala de parto desde
la 3:15 pm, cada dos horas el médico viene a ver como dilatas. Apróximadamente
a las 9 pm, ya has dilatado a 10 cm; empiezan con el intento de parto natural,
pero no se puede, porque el bebé no baja. A las 3 am del segundo día en el
hospital, el médico decide hacer una cesárea. Durante la cesárea estás
temblando, lo peor es cuando te cortan; si bien es cierto, no te duele, porque
estás anestesiada, pero igual sientes todos los movimientos que hacen en tu
vientre; sientes los cortes, sientes como estiran tu piel, etc.
Al día siguiente estás tan
adolorida que te colocan morfina. Tienes sed y no puedes beber nada de agua. También,
tienes la espalda súper contracturada, por el fallido intento de parto natural.
Encima de ello, tienes cólicos de gases. En total te quedas 4 días en el
hospital.
A la semana te quitan los
puntos del corte de la cesárea, y lo malo es que la cicatriz se te hizo
queloide; pero al final, todo el dolor, malestar, y demás que puedas haber
sentido, se te va cuando ves a tu bebé sano, que te mira con esos ojos llenos
de ternura y de inocencia. Lo abrazas y el sufrimiento valió la pena. El amor
es tan grande que se te olvida lo que has pasado.
En conclusión, podemos decir
que para ser madre, no todas las mujeres estamos preparadas. Eso que dicen que
todas las mujeres tienen instinto maternal, es falso. Hay algunas que tienen
instinto criminal y otras tantas que no tienen instinto – ¡Plop! - Y ni que decir de los hombres. No creo que
ellos tengan las agallas suficientes para soportar todo el proceso de embarazo,
y mucho menos, el parto en sí. Recordemos que la gran mayoría, se sienten morir
con un simple resfriado. Los hombres supuestamente son el sexo fuerte, pero
realmente no lo creo.
Es bueno aclarar, que no todas
las mujeres pasan por lo mismo. Esta experiencia es una de tantas, así que si
has decidido ser madre, es probable que tu embarazo, no sea tan complicado como
el que describo en este artículo; pero de hecho que se requiere de gran
responsabilidad, sacrificio, paciencia, amor, y muchísimo gasto. Tendrás que
pensar en ahorrar para la educación de tu primogénito (nido, colegio,
bachillerato y universidad), ropa, comida, pañales, etc.
Y si has decidido ser madre
soltera, entonces recuerda que todo el proceso, es probable que lo afrontes
sola. Tener un hijo no es cuestión de “accidente”; sino cuestión de
planificación.
Ahora te pregunto, ¿quieres
ser madre o mejor lo piensas mil veces?
CJAT