martes, 18 de julio de 2017

¡TUS MEDIAS ME APAGAN!

En mi poca experiencia amorosa, he logrado percatarme de un detalle que la mayoría de varones tienen en común a la hora de la intimidad, se llama “medias”. No sé si les ha pasado a ustedes, pero no entiendo por qué los hombres prefieren hacer el amor con ellas puestas. ¿Será que tienen demasiado frío, aunque sea verano?, o ¿tienen las uñas de los pies cochinas y tienen vergüenza de mostrar sus bellos pies?, ¿de repente tienen juanete? Son tantas interrogantes que he tenido, pero jamás les he preguntado.
En lo personal, el hacer el amor y que mi pareja tenga las medias puestas, me origina cierta desazón que me baja todo el entusiasmo y la pasión. Quizás a algunas mujeres les dé igual. Es cuestión de percepción y gustos.
Las últimas veces que tuve encuentros cercanos del tercer tipo con mi pareja, él jamás se quitó las medias; es más, como era invierno, y esa relación duró apenas unos meses, no creo recordar que le haya visto los pies. Siempre evitaba que los vea, ¿serían tan feos, tal vez?, aunque no lo creo, porque él era bien parecido; pero nunca se sabe.
En fin, esto de hacer el amor con medias, según una investigación hecha en la Universidad de Groening, en Holanda, llegó a la conclusión que tener los pies cubiertos hace que se llegue al clímax, es decir favorece en tener un orgasmo más intenso.  Según el doctor Gerst Holstege, a cargo de la investigación, pudo ver las reacciones cerebrales producidas por la sensación de calor y comodidad, de estar con medias mientras tenían intimidad, lo que ayudaba en gran medida la actividad de la libido. Este mismo estudio comprobó que ciertas regiones vinculas al miedo y la alerta se bloqueaban cuando se llegaba al orgasmo.


Para terminar, podemos decir que algunos hombres hacen el amor con medias porque sienten mayor placer y otros tantos porque no se asean los pies. ¡Ja, ja, ja!

CJAT

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miércoles, 5 de julio de 2017

CONFESIONES DE UNA EMBARAZADA

Saber que estás embarazada, sobre todo si lo has planificado, es maravilloso. Traer un ser al mundo es lo más hermoso y anhelado, que la mayoría de mujeres deseamos; pero las que aún no somos madres, siempre nos preguntamos, ¿qué tan difícil es el proceso?
Unas amigas que ya son madres, me ayudaron con información para poder escribir este artículo. Espero no herir susceptibilidades; pero realmente les quiero anticipar, que por lo escuchado, no es nada fácil.
Comenzamos por el primer mes; cuando quizás, aún no te has enterado que estás embarazada. Sigues con tu vida normal, te sientes más emotiva de lo usual; muchas mujeres lloran por todo, y en otros casos, no sienten nada. No hay reglas.
En el segundo mes; tampoco sabes que estás embarazada, porque si eres de las despistadas como yo, que no lleva control de sus períodos menstruales, por ser tan variantes; es probable que sigas haciendo tu vida nocturna normal. Continúas saliendo con amigas, traguitos por acá y por allá, bailar hasta las últimas, ir a trabajar sin tomar un buen desayuno, ingerir comida a deshoras, realizar tu rutina normal de ejercicios, etc.
Tercer mes; ya la cosa cambia. Ahora te ves un poco hinchada. Te preguntas si has subido de peso, y empiezas a pedir consejos para bajar esos supuestos kilos de más. Tomas los famosos batidos que te ofrecen bajar 5 kilos en una semana, y nada de nada, tu barriga sigue inflándose cada día más. Lo peor de todo, ni te percatas que tu menstruación aún no te viene.  Y si eres de las que no siente náuseas y mareos, entonces no tienes la más mínima idea que puedes estar gestando.
Cuarto mes; la dieta para bajar esos incómodos kilos, no funciona. Recién empiezas a dudar. Inmediatamente, corres a ver el calendario. Miras mes a mes, y no recuerdas cuál fue tu último período. No te queda más que ir a la farmacia y comprar tres pruebas de embarazo. Piensas que una puede salir errada, la segunda es para confirmar y la tercera es para que te dé un infarto, ¡ja, ja, ja! Te haces la primera prueba y sale positivo. Se te detiene la respiración y tratas de poner en duda el test, por lo que procedes a hacer el segundo descarte. Irremediablemente, también sale positivo. Ya la respiración viene acompañada de sudor y palpitaciones aceleradas. Tomas el tercer y definitivo test, el cual también sale positivo. Te diriges a la cama, te sientas y no puedes creer que serás madre. Entonces una serie de miedos llegan a ti; “no podré acabar mi carrera”, “mi esposo no gana lo suficiente”, “yo no gano lo suficiente”, “tendré que postergar mis estudios”, “mi cuerpo se va a hinchar”, “¿mi esposo estará feliz de ser padre?”. Todas estas dudas abruman a la mujer,  pero muchas no lo confiesan.
Quinto mes; los pies se te inflaman, tienes antojos de cosas que jamás hubieses pensando. Una amiga por ejemplo, se le dio por comer solamente Ceviche; a tal punto que su esposo evitaba darle muchos besos, ya que su aliento era a cebolla y pescado. ¡Horror!
Sexto mes; tienes muchos bochornos, pero al mismo tiempo, por las hormonas alborotadas, tu cuerpo te pide tener sexo ipsofacto. El esposo con mucho miedo busca la mejor posición, pero no lo logran, entonces te quedas insatisfecha, con calores, pies hinchados, antojos raros; por ende, te empieza el mal genio.
Sétimo mes; la barriga ya no te permite bañar bien. No te puedes depilar con facilidad, por lo que pides ayuda a tu esposo o novio; infortunadamente, él no sabe depilar a una mujer, entonces, ahora pareces “Chewbacca” de Star Wars; obviamente solo es en caso seas velluda, porque también hay algunas privilegiadas que son lampiñas y no necesitan depilación alguna.
Resignada a que estarás peluda por unos meses más; te sientes fea, y te miras contínuamente al espejo, añorando el cuerpo que tenías antes de salir embarazada.
Octavo mes; orinas a cada instante. Tienes incontinencia, por lo que empiezas a usar pañales para adultos, ¡es el colmo! Te empiezan a picar los pezones; además, tus senos están como dos bolitas a punto de estallar. También tienes escozor en la barriga, pero evitas rascarte para que no te salgan las horribles estrías en la piel. Ya quieres que salga el bebé, ya no aguantas el dolor de espalda, el dolor de pies, los antojos que te han hecho subir 6 kilos más, de los que normalmente una embarazada debe aumentar.
Noveno mes; ya no quieres ni levantarte, sigues con los antojos extraños, lo único que esperas con premura, es ir al hospital para que de una vez salga el nuevo ser. No quieres ver a tu suegra y sus “sabios consejos de la experiencia”, ¡ja, ja, ja!, en caso la tengas.
Llegado el momento, te dicen que va a ser parto natural. Llevas un día entero de labor, pero aún no dilatas. Sigues en tu casa. La noche anterior empezaste con los dolores, no podías dormir, ni sentarte, no aguantabas ninguna posición. Te pasaste, literalmente, toda la noche caminando en el pasillo de tu casa. Fue hasta las 10 am del día siguiente, que recién te llevan al hospital. Ya estás con un carácter insoportable. Llegas al hospital como a la 10:30 am y te envían a chequeo. Te dicen que apenas has dilatado 4 cm, pero al verte con tanto dolor, deciden ingresarte a la sala de parto. Te dan un balón de pilates, y te dicen que te pondrán la epidural. Te quieres hacer la valiente y no aceptas. Después de una hora, te arrastras de dolor, y no es sino hasta las 3 pm, que accedes a que te pongan la epidural. El dolor desaparece por arte de magia. Te rompen la bolsa de placenta, pues tú, ni el tapón mucoso habías expulsado.
Estás en sala de parto desde la 3:15 pm, cada dos horas el médico viene a ver como dilatas. Apróximadamente a las 9 pm, ya has dilatado a 10 cm; empiezan con el intento de parto natural, pero no se puede, porque el bebé no baja. A las 3 am del segundo día en el hospital, el médico decide hacer una cesárea. Durante la cesárea estás temblando, lo peor es cuando te cortan; si bien es cierto, no te duele, porque estás anestesiada, pero igual sientes todos los movimientos que hacen en tu vientre; sientes los cortes, sientes como estiran tu piel, etc.
Al día siguiente estás tan adolorida que te colocan morfina. Tienes sed y no puedes beber nada de agua. También, tienes la espalda súper contracturada, por el fallido intento de parto natural. Encima de ello, tienes cólicos de gases. En total te quedas 4 días en el hospital.
A la semana te quitan los puntos del corte de la cesárea, y lo malo es que la cicatriz se te hizo queloide; pero al final, todo el dolor, malestar, y demás que puedas haber sentido, se te va cuando ves a tu bebé sano, que te mira con esos ojos llenos de ternura y de inocencia. Lo abrazas y el sufrimiento valió la pena. El amor es tan grande que se te olvida lo que has pasado.
En conclusión, podemos decir que para ser madre, no todas las mujeres estamos preparadas. Eso que dicen que todas las mujeres tienen instinto maternal, es falso. Hay algunas que tienen instinto criminal y otras tantas que no tienen instinto – ¡Plop! -  Y ni que decir de los hombres. No creo que ellos tengan las agallas suficientes para soportar todo el proceso de embarazo, y mucho menos, el parto en sí. Recordemos que la gran mayoría, se sienten morir con un simple resfriado. Los hombres supuestamente son el sexo fuerte, pero realmente no lo creo.
Es bueno aclarar, que no todas las mujeres pasan por lo mismo. Esta experiencia es una de tantas, así que si has decidido ser madre, es probable que tu embarazo, no sea tan complicado como el que describo en este artículo; pero de hecho que se requiere de gran responsabilidad, sacrificio, paciencia, amor, y muchísimo gasto. Tendrás que pensar en ahorrar para la educación de tu primogénito (nido, colegio, bachillerato y universidad), ropa, comida, pañales, etc.
Y si has decidido ser madre soltera, entonces recuerda que todo el proceso, es probable que lo afrontes sola. Tener un hijo no es cuestión de “accidente”; sino cuestión de planificación.
Ahora te pregunto, ¿quieres ser madre o mejor lo piensas mil veces?


CJAT